SANTIAGO, Chile.- El triunfo de Gabriel Boric, por una ventaja de casi 12 puntos en la segunda vuelta de las elecciones celebradas en Chile, marca un giro histórico para el país minero, que volverá a tener un presidente de izquierda después de casi 50 años.

Cuando llegue al palacio de La Moneda, el 11 de marzo, Boric se convertirá -con 36 años recién cumplidos- en el presidente más joven que haya tenido el país. Llevará consigo un capital político enorme, el de haber recibido el voto de millones de chilenos, que representaron el 55,86% de los sufragios, esperanzados con los cambios que prometió durante la campaña: aumentar los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas, poner fin al sistema de pensiones, transformar el sistema de salud, atender los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres y del colectivo LGBT+, y, en general, crear un Estado de bienestar.

Es un plan ambicioso, escribe en BBC Mundo Cecilia Barría, que refleja muchas de las demandas del estallido social de octubre de 2019. Para lograr esa transformación, Boric enfrentará grandes desafíos.

Construir mayoría

Uno de los puntos esenciales del nuevo mandato es que el presidente electo gobernará sin mayoría en el Congreso. En el Senado, las fuerzas políticas están empatadas, y la Cámara de Diputados está dividida entre varias facciones, con estrechas diferencias.

Su propio partido, Convergencia Social (de tres años de existencia), contará con nueve de 155 diputados. Eso indica que deberá sentarse a negociar bajo fuertes presiones tanto con la coalición que lo llevó al poder (que abarca desde partidos de centroizquierda al Partido Comunista), como con sus adversarios. Los acuerdos con otros sectores políticos serán claves para avanzar en su agenda transformadora, que necesitará la aprobación de importantes reformas legislativas, señala Marcela Ríos, investigadora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El apoyo de los propios

La tarea de mantener el respaldo dentro de su propia -y amplia- coalición política, será enorme.

Boric tuvo que sumar en el balotaje los votos de la centroizquierda -representados en figuras como los ex presidentes Michelle Bachelet y Ricardo Lagos- que por años fue blanco de sus críticas. En la alianza electora conviven el Partido Comunista y la Democracia Cristiana, unidos para evitar que el ultra derechista José Antonio Kast llegara a La Moneda. “El riesgo es que, al estar al mando de una coalición heterogénea y fragmentada, Boric se transforme en un general sin tropas”, dice el sociólogo Andrés Scherman, investigador de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI).

Algunas fuerzas, como la Democracia Cristiana, ya anunciaron que, después de las elecciones, serán un partido de oposición al gobierno, mientras que otras, como el Partido Comunista, condicionan su apoyo a que Boric no haga demasiadas concesiones al sector más conservador.

“Uno de los desafíos es cómo mantener el apoyo de los grupos que son más de izquierda. Va a tener que optar por un camino u otro”, argumenta Diana Kruger, decana de la Escuela de Gobierno de la UAI.

El sector privado

Una tercera relación fundamental será la que Boric establezca con el empresariado.

“No hay crecimiento sin cohesión social, no hay crecimiento posible en una sociedad fracturada socialmente”, dijo a comienzos de noviembre en el Encuentro Nacional de Empresarios. Ese sector está inquieto por sus propuestas de aumentar impuestos y transformar el sistema de pensiones.

Sus temores se han expresado, por ejemplo, en el sorpresivo aumento en el reparto de utilidades entre los accionistas de las grandes empresas y salida de capitales hacia el extranjero, acelerada desde el estallido social; o la caída de la Bolsa de Santiago, al día siguiente del triunfo electoral.

Cristóbal Rovira, director del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, dice que se esperan las primeras señales, como, por ejemplo, quién será el ministro o ministra de Hacienda. “Si nombra a una persona respetada por el empresariado, abriría un puente de diálogo”, señala.

Crecimiento difícil

Para llevar a cabo su programa de reformas, Boric necesitará mucho dinero, en un escenario mundial que preanuncia un “frenazo económico”.

Con pocos fondos en las arcas fiscales tras una gigantesca inyección de recursos para enfrentar la pandemia, el camino es complejo, dice Barría.

Los subsidios a las personas afectadas por la pandemia llegan a su fin, como también se agota parte del dinero circulante gracias a los retiros anticipados de los fondos de pensiones. Con bajo crecimiento, alta inflación y un presupuesto fiscal ajustado, habrá poco margen para satisfacer las demandas sociales.

“Boric deberá sincronizar un programa que es radical en su ambición pero moderado y gradual en sus ritmos de implementación, con un ojo en el crecimiento económico y otro en la calle”, señala Juan Pablo Luna, profesor del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica.

Mantener el orden

El país ha visto un aumento en la preocupación ciudadana por la inseguridad. El narcotráfico y la delincuencia común son algunas de ellas, pero no las únicas.

Daniel Mansuy, director del Centro de Estudios e Investigación Social de la Universidad de Los Andes, señala a la violencia en la Araucanía (donde hay un conflicto de larga data entre el Estado y el pueblo mapuche) y la inmigración en el norte del país, como algunos de ellos. .

“Esas zonas no votaron por Boric en la primera vuelta (en la segunda la Araucanía tampoco, pero en el norte obtuvo buenos resultados), y en ambas hay altos grados de conflictividad. Asumir que esos problemas también son suyos, y que no se resuelven con voluntarismo será uno de sus primeros retos”, asegura Mansuy.

También está el tema de qué sucederá en la calle. Luego del estallido social de 2019, las manifestaciones han disminuido, pero no han desaparecido. La pregunta es cómo enfrentará Boric desde La Moneda las protestas de las que él mismo formaba parte.

La nueva Constitución

En el segundo semestre, la nueva Constitución, que actualmente redacta una Convención Constituyente formada tras el estallido social, será sometida a plebiscito. Si se aprueba, cambiará la forma en que se gobierna y se distribuye el poder. Es un proceso que Boric apoya y que puede llegar a transformar su presidencia.

“Defenderemos el proceso constituyente, que es motivo de orgullo mundial. Es la primera vez que escribimos una Constitución de forma democrática. Cuidemos este proceso para que sea una Carta Magna fruto del acuerdo y no de la imposición”, dijo Boric al saludar a los millones de chilenos y chilenas que votaron por su propuesta de cambio. (Especial)